Fortaleza.- Virtud mediante la cual somos capaces de soportar o vencer los obstáculos que se oponen al bien y a nuestro progreso espiritual.
La fortaleza es “la gran virtud: la virtud de los enamorados; la virtud de los convencidos; la virtud de aquellos que por un ideal noble son capaces de arrastrar mayores riesgos; la virtud del caballero andante que por amor, a su dama se expone a aventuras sin cuento; la virtud, en fin, del que sin desconocer lo que vale su vida -cada vida es irrepetible- la entrega gustosamente, si fuera preciso, en aras de un bien más alto”.
Estas palabras nos podría llevar a pensar que en estos tiempos que vivimos no existen muchas posibilidades para desarrollar la virtud de la fortaleza. De algún modo, el “bien más alto” está cubierto con un sinfín de pequeñas “necesidades” creadas por el hombre. No quedan posibilidades de encontrar aventura porque todo está hecho, todo está descubierto, todo está organizado.
Sin embargo, y aunque ordinariamente no se presentan ocasiones de hacer grandes cosas, son las pequeñas cosas que podemos afrontar día a día las que hacen que crezca la fortaleza. No se trata de realizar actos sobrehumanos, de descubrir las zonas del Amazonas nunca pisadas por el hombre, de salvar a cincuenta niños de un incendio; éstas son, en todo caso, posibilidades fruto de una imaginación calenturienta. Más bien se trata de hacer de las pequeñas cosas de cada día una suma de esfuerzos, de actos viriles, que pueden llegar a ser algo grande, una muestra de amor.
Es esta maravillosa amiga de la personalidad que te da firmeza en las dificultades y te hace constante y perseverante en la búsqueda del tu propia verdad. La fortaleza es la que te ayuda a resistir las tentaciones que surgen del pensamiento de la comodidad y del ego.
Según David Isaacs, la fortaleza es necesaria “en situaciones ambientales perjudiciales a una mejora personal, resiste las influencias nocivas, soporta las molestias y se entrega con valentía en caso de poder influir positivamente para vencer las dificultades y para acometer empresas grandes”.
El hombre con unas visión mezquina de la vida nunca puede llegar a desarrollar su fortaleza. La persona que no quiere mejorar, que es egoísta, que busca nada más que el placer, no tiene motivos para desarrollar la virtud de la fortaleza porque es indiferente y carente de sentido para su mente.
El desarrollo de la virtud de la fortaleza apoya el desarrollo de todas las demás virtudes. Es la herramienta para sobrevivir como personas humanas y para vivir como seres humanos. La fortaleza te llena de fuerza interior, de tal modo que sabemos reconocer nuestras posibilidades, y reconocer la situación real que nos rodea para resistir y acometer todas las acciones que se nos presentan en nuestro devenir, haciendo de nuestras vidas algo noble, entero y provechoso.
Justicia.- Consiste en dar a cada uno lo que le corresponde. Para ello precisamente se necesita la guía de la prudencia. La justicia no existe sin la misericordia, la caridad o el amor. La justicia es principio fundamental de la existencia y coexistencia de los hombres, como asimismo de las comunidades humanas, de las sociedades y los pueblos. A lo largo de los siglos, la justicia ha ido teniendo definición según las distintas relaciones y aspectos. De aquí el concepto de justicia conmutativa, distributiva, legal y social. Todo ello es testimonio de cómo la justicia tiene una significación fundamental en el orden moral entre los hombres, en las relaciones sociales e internacionales. Puede decirse que el sentido mismo de la existencia del hombre sobre la tierra está vinculado a la justicia, definir correctamente "cuánto se debe" a cada uno por parte de todos y, al mismo tiempo, a todos por parte de cada uno, "lo que se debe" (debitum) al hombre de parte del hombre en los diferentes sistemas y relaciones, definirlo y, sobre todo, llevarlo a cabo.
Templanza.- La virtud de la templanza es la virtud que nos capacita para controlar y canalizar correctamente nuestras tendencias. A esta virtud se la llama también sobriedad. La virtud de la templanza representa el término medio entre el desenfreno y la insensibilidad. Templanza se refiere más a la ética personal. Para unos, un comportamiento es conformarse a unas reglas, pero no sólo es esto. La ética es un dinamismo interno del sujeto. Es adecuarse a la recta ratio, no a las reglas externas. La templanza no es meramente dominarse y moderarse, sino que es una discreción ordenadora en orden a la armonía y perfección del interior del hombre. Ordenar por la templanza no sólo significa suprimir, sino armonizar. Cabe distinguir dos tipos de "templanza": la natural y la que se califica como virtud cardinal. La primera se refiere al dominio, principalmente, del gusto y del tacto (son los dos sentidos más afines con esta virtud) que impone la razón, de forma que el hombre y la mujer se guíen por la moderación y no sean esclavos de los placeres sensibles. Cabría denominarla "templanza natural", la cual debe estar presente en la vida de todas las personas, pues, de lo contrario, su conducta sería dirigida por el instinto, lo que les acercaría más o menos a la existencia de los animales. El filósofo latino Cicerón definía esta templanza natural como "dominio firme y moderado, impuesto por la razón sobre la concupiscencia y demás ímpetus desordenados" Esta "templanza natural" se puede invocar y practicar por motivos bien diversos y algunos son bastantes fútiles. Es el caso, por ejemplo, de cuantos se privan del placer de comer y de beber para mantener un canon discutible de belleza, o la de quienes rehúsan ciertos placeres sensibles para mantenerse "puros" en una sociedad que califican de desordenada. Otras veces se vive la templanza a causa de algún criterio médico válido: es preciso abstenerse de ciertos placeres por motivos de salud, etc. Por el contrario, la templanza cristiana es la virtud cardinal que orienta y modera la tendencia a los placeres sensibles para que la persona se mantenga dentro de los límites que le señala la fe.
Sabiduría.- es la habilidad desarrollada a través de la experiencia, la iluminación, y la reflexión para discernir la verdad y el ejercicio del buen juicio. Muchas veces está conceptualizada como un desarrollo avanzado del sentido común. La mayoría de los sicólogos y sicoanalistas se refieren a la sabiduría como un concepto distinto de las habilidades cognitivas medidas a través de pruebas de inteligencia. La sabiduría tampoco se puede enseñar, sino que se desarrolla fundamentalmente a través de la experiencia, y en la práctica está asociada con la virtud de la prudencia. De esta forma se la asocia con personas que llevan una larga vida. Es así como la sabiduría es considerada tanto por la cultura, la filosofía (de hecho viene de "filo", que es amigo o buscador, y "sofía", que en griego es sabiduría) y la religión como una virtud, la cuál permite ser utilizada para promover el bien común, más allá de la propia satisfacción personal.
Más allá de la experiencia, mencionada en el párrafo anterior como condición para desarrollar la sabiduría, las distintas corrientes filosóficas de la historia plantean distintas vías para alcanzarla. Los antiguos filósofos griegos relacionaban la sabiduría con el coraje y la moderación. En los diálogos del filósofo Platón, se la menciona como conocimiento del bien y el coraje para actuar consecuentemente. En la Iglesia Católica en tanto, se la asocia con la justicia, el coraje, y la moderación, como una de las cuatro virtudes cardinales. Los holísticos en tanto, sostenían que las personas sabias eran aquellas que se alineaban con la naturaleza del universo. Por otro lado, en la filosofía oriental, el filósofo Confucio sostenía que se podía aprender de tres métodos distintos: la reflexión (la más noble), la imitación (la más fácil), y la experiencia (la más amarga). Buda en tanto afirmaba que la virtud de la sabiduría consistía en tener una buena conducta del cuerpo, así como buenas conductas verbales y mentales. Lo más interesante de ésta filosofía es que se plantea que las personas sabias hacen acciones que no son placenteras pero que dan buenos resultados, y no hacen acciones que por más que sean placenteras producen malos resultados. En la filosofía taoísta se afirma que la sabiduría consiste en saber qué decir y cuándo decirlo.
Más allá de la concepción que tienen de la sabiduría las distintas corrientes filosóficas, es indudable decir que es un pilar fundamental para el desarrollo espiritual del hombre, y que por lo tanto es necesaria practicarla y ejercitarla para así poder desarrollarnos como mejores personas.